lunes, 9 de julio de 2012

FUNCIONARIOS:¡PURGAD, PURGAD,MALDITOS!

FUNCIONARIOS:¡PURGAD, PURGAD,MALDITOS!
Dentro del gran recorte de gasto que podría anunciar el miércoles el presidente del Gobierno, se rumorea con insistencia que volverá a jugar un papel estelar el hachazo salarial a los empleados públicos, que, de producirse finalmente, sería el segundo de gran envergadura en los dos últimos años. Digo de gran envergadura, como es obvio, porque los salarios públicos llevan tanto tiempo congelados o subiendo por debajo del IPC que su pérdida de poder adquisitivo ha sido en las últimas décadas galopante.
No parece, sin embargo, que esa realidad vaya a influir en quienes tienen la facultad de decidir, pues bajar los sueldos públicos presenta para los Gobiernos dos ventajas indudables: la rapidez, en la medida en que la reducción puede aprobarse por medio de una norma general; y la fácil venta al público, dado que una gran mayoría de quienes no son funcionarios consideran que castigarlos constituye por definición una forma de justicia.
Resulta difícil de creer, pero así es: millones de españoles están convencidos de que los funcionarios deben purgar, entre otros, un pecado abominable: el de su estabilidad. Una estabilidad que, según una opinión tan extendida como errónea, constituiría un inadmisible privilegio de casta.
Nada más lejos, sin embargo, de la sencilla realidad. Los funcionarios, que son los únicos trabajadores que por prescripción legal deben ser seleccionados con arreglo al principio de mérito y capacidad, no gozan de estabilidad profesional por el capricho corporativo de la Administración que los contrata, sino porque aquella se conforma como una necesidad imprescindible de cualquier sistema burocrático moderno. Y es que lo contrario a la estabilidad es el spoil system, es decir, el sistema de botín en el que cada partido, cuando gana, llena la Administración de sus leales y pone en la calle a los empleados públicos de sus adversarios.
¿Sería mejor esa locura de los cesantes que el sistema funcionarial que, con sus defectos, tenemos hoy en los países democráticos y avanzados del planeta?
No lo creo, como no deberían creerlo tampoco los que aplauden cada vez que se les baja o congela el sueldo a los funcionarios, porque «¡para eso tienen estabilidad!». De hecho, los que aplauden son los mismos que viven luego muy tranquilos como consecuencia de una estabilidad que garantiza, en gran medida, que puedan confiar en sus hospitales públicos, en sus colegios y universidades públicas, en la policía o los bomberos, en los jueces o en la Administración que resuelve los mil problemas que a cada ciudadano se le presentan a lo largo de la vida. En todos esos funcionarios deberían pensar los que braman contra ellos, desconociendo que sin una función pública moderna -que, para serlo, ha de ser forzosamente estable-, su calidad de vida
sería infinitamente peor de lo que es hoy.
Fuente: La Voz de Galicia (El ojo público) Roberto L. Blanco Valdés

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